jueves, 25 de octubre de 2007

BIOGRAFIA GERALDINE ZIVIC


El primer recuerdo de Geraldine es la vida de barrio que llevaba en Buenos Aires. Los amigos de las cuadras vecinas, la camaradería, los juegos, la búsqueda de una independencia desde los 11 años, cuando ya le era permitido llevar las llaves de la casa colgadas en un cordón al cuello.
Pertenece a una generación que creció en medio de los gritos, los silbidos y las risas de los niños en la calle, un mundo que ya no existe porque ahora los pequeños permanecen encerrados, con los audífonos puestos y la mirada fija en el computador o el televisor.
Antes no era así: los niños se aventuraban por las bardas de las casas de la misma cuadra, robaban cerezas de los árboles, molestaban a los perros que anunciaban la presencia de extraños, espiaban a aquéllos cuya vida era un misterio y rompían de vez en cuando el vidrio de un vecino histérico. Ahí empezaban a mostrar su capacidad de riesgo y aventura, su temple, su coraje para llevar la contraria.
Fueron años maravillosos en los cuales ella construyó una sólida amistad con Buenos Aires, una relación con la ciudad que le brindaba paz y seguridad. Tanto el colegio de la primaria como el de la secundaria quedaban cerca, en la zona, y eso significaba existir dentro de un útero urbano donde la pequeña niña que era Geraldine entonces se sentía confiada, a salvo de cualquier amenaza.

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